lunes, 13 de octubre de 2014

Un día sin luz; Crónica de una realidad

Son las 5:30 AM. Manuel debe de esperar los destellos de luz del día para salir a trabajar. El sabe que si sale ahorita, su nombre puede figurar en la lista de asesinatos de Caracas. Mejor no lo intenta. Su tardía llegada a su jornada laboral es sopesada por los suspiros de la calma en medio de la zozobra del camino. Son las 12:30 del medio día. Es hora de un reflexivo almuerzo. Manuel se da cuenta que no llevó comida, debió ser por salir en el apuro del atraso o por extraviarla en la intriga; pero no, él  recuerda que no la preparó. El cansancio de la jornada anterior se extremó a la de hoy, y sus fuerzas y el tiempo esta vez no jugaron a su favor. Revisa su cartera, y visualiza lo más fuerte de la economía nacional: un billete de bs. 100. Hace algunos años ese billete hubiera significado una sonrisa y a la vez un milagro. Pero son solos recuerdos nostálgicos. Entonces piensa “de Bolívar y del Bolívar solo queda el recuerdo”. La demagogia los borró.

Solo han trascurrido 10 minutos, son las 12:40, y en la ciudad de Guanare, Karla se encuentra haciendo una cola para comprar leche. No es pare ella claro, los adultos somos conciente del voto. Es para su bebe que hace 6 meses forma parte de Venezuela. El ambiente no es agradable. La temperatura es de 32 grados y su sombrilla solo frena la luz incesante, ya que el calor se mezcla con su transpiración y aumenta. La cola es de casi 100 almas, juntas en la misma necesitad y el mismo objetivo. Parece una igualdad de miseria. La gente comienza a molestarse. Por fin el calor ha despertado su indiferencia. Mientras los mosquitos zigzagueas con toda tranquilidad en cuerpo de Karla, ya que la preocupación por la leche es mayor que contraer Chicunguya, un chino tan parecido como cualquier otro informa que la leche se acabo. La leche se ha desvanecido como los sueños del país. Entonces Karla se encuentra con un dilema cotidiano: seguir recorriendo el llano para encontrar leche o ir a su casa a ver que improvisa. De repente le viene un pensamiento del ir al cine. Pero solo es un mecanismo de defensa de la mente para confrontar los sucesos.

Son 4:00 PM y David camina con la frescura de la apatía y la indiferencia. Tiene 20 años y no le teme a las calles de Caracas; tal vez sus audífonos y una canción de Katy Perry le aguantan la verdad. De repente ve con extrañes el vidrio trasero de un carro mientra pasa, con el mensaje de S.O.S Venezuela. Parece un presagio causal. Sigue caminando y vibra su teléfono. Es un whatsaap de su novia. Quiere responderlo pero recuerda las noticias. Sabe que su teléfono es apetecible y que además no podría encontrar otras dos tarjetas de crédito hasta el próximo año. Pero es el amor y la inseguridad puede hacer un paréntesis, piensa. Mientras responde dos tipos se le acercan, lo apuntan con revolver por el cuello y una navaja por el costado.  Tiene que entregar el teléfono. Cadivi tendrá una nueva solicitud el próximo año… David entrega el smartphone, le quietan el bolso y la cartera. Ni la cedula se la devuelven.  Lo golpean por el estomago y se van, como se va la esperanza. Entonces piensa; en este país el amor duele. No suena a una confesión romántica.


Son las 8:00 PM. Ya el día se ha opacado. El metro de Caracas es una caja repleta de almas estropeadas y estropeándose. En un pensamiento incómodo va Manuel. Un usuario más del subterráneo capitalino. El calor de la acumulación de cuerpos no ha podido despréndelo de su pensamiento. No pudo almorzar; el billete fuerte de la economía nacional se debilitó antes los precios de la inflación. Le tocó tomar un vaso de agua para engañar al apetito y seguir trabajando. Tal vez pida algunos perros calientes para pagar en día del cobro. El sabe que el sueldo no le alcanza, pero el cansancio y la desilusión por un día mejor lo inducen a volver letanía el día de hoy. Karla esta en su casa sentada frente el ventilador; los últimos apagones le dañaron el aire acondicionado. La temperatura desciende un poco, puede que una lluvia torrencial pueda aplacar las emociones también. Pudo conseguir unas cucharadas de leche de una amiga de su amiga. Su bebe no siente el peso de la realidad aun. Ve una película mientra el niño duerme y piensa: ojala el cine sea real… Por su lado David esta en su casa frente a la computadora; difícil de explicar cómo llegó, como difícil de explicar tantas cosas. Chatea con un amigo por Factbook, pregunta por un teléfono que le puedan prestar. El amigo lo auxilia. Le ofrece un vergatario el cual parece una boya de la revolución y un anacronismo a la vez. De repente se va luz y el computador se apaga. El vergatario llegara mañana. Se acomoda en  el asiento y piensa: la inseguridad existe y no es manipulación mediática como dicen algunos. Al intente pasa su mamá, lo mira y le intenta dar animo. Le dice: esperemos la luz del amanecer. El reflexiona y dice: hubo amanecer pero no luz en el día de hoy.

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